PALABRA COLECTIVA es un espacio que te invita a reflexionar sobre los temas actuales de nuestro país y nuestra comuna

Editorial Junio 2016 - Puentes


Quienes participamos  de esta publicación que estás leyendo hemos debatido-y mucho- sobre nuestro posible interlocutor. Sobre a quién queríamos interpelar con la palabra. Y cómo.
Cómo cuidar este espacio no nacido, en donde tenemos certezas y convicciones profundas pero ninguna intención de chocar con las ajenas, sino más bien, acompañarnos en la reflexión de las cosas que nos pasan.

Aprendimos que el conflicto es bueno porque evidencia lo que la “normalidad” niega: que lo que llamamos pueblo (o como vos lo llames) y los grupos concentrados de poder económico no compartimos los mismos intereses. Ya no importa tanto si todos disfrazaron de grieta ese abismo que señala la diferencia entre tener y no tener trabajo, entre mejorar o no el salario, entre poder o no poder pagar el transporte sin renunciar a  otras necesidades. Entonces no es pelea. Es la iluminación de situaciones que la cotidianidad y la vorágine de nuestra propia vida nos impiden ver lo que son.
Quien escribe tuvo abuelos para quienes la división universal entre ricos y pobres era tan natural como la salida del sol. Una circunstancia del destino. Un capricho del azar que uno debía soportar con resignación y sin interrogantes.
De alguna manera , para una gran mayoría, hasta el 2003, estuvimos adoctrinados en la naturalización del saqueo. Saqueo en el interior de nuestra propia casa y hecho por las finísimas manos de economistas y agentes del FMI, en complicidad con el sector político de entonces y de quienes gobiernan actualmente. Siempre me pregunté qué tan lejos están algunas personas de la conciencia débil que tenían aquellos abuelos  míos a mediados del siglo xx. No es una respuesta fácil , cuando reflexionamos sobre qué lugar ocupamos en la escala social, no estamos dispuestos a ceder ni un milímetro de vanidad y autoengaños. Reconocerse como trabajador -eso también aprendimos- nos libera de las culpas por no ser “exitosos” (como si estar vivos/as, respirar, no alcanzara para adquirir estatus de persona) y nos entrega la maravilla de la solidaridad y la pertenencia. ¿ A qué pertenecemos ? Al colectivo humano del planeta que nunca tendrá cuentas off -shore, ni jueces amigos, ni aviones privados.
Al seguir pensando en nuestro posible interlocutor asumimos un límite: nos nos proponemos vencer el discurso dominante, ni siquiera nos proponemos como alternativa comunicacional o informativa. Es más: creemos que la experiencia (otros la llaman realidad) siempre desborda de las pantallas, siempre se escapa de los discursos preparados de los escritorios, de las reuniones de producción y te toca la puerta y apela a tu más elemental sentido común. No para que nos des la razón.  No para que niegues tus propias ideas. No para que tengas una epifanía, sino par que dudes. Dudar no es sospechar. Dudar es preguntarse, abandonar la pesadez de lo absoluto, abrir la ventana y que corra un cachito de aire. Para dudar hay que ser capaz de imaginar. Y como dijo a alguien, quien no es  capaz de imaginar, no puede ni soñar con un mundo mejor.